jueves, 28 de mayo de 2009

4 paredes


Ando rápido haciendo sonar mis pasos, como si tuviera prisa por llegar, como si algo diferente me deparara hoy entre esas cuatro paredes a las que ansioso acudo día tras día. Encajonados billones de nosotros en este pequeño mundo que cada vez nos deja menos espacio para cada uno y nos obsesionamos con encerrarnos en cuartos mucho más pequeños.

Sin embargo hoy no. Voy a controlar unos instantes el mono de seguir una rutina, voy a regalarme algo de mi tiempo para mi.

Un banco libre, es más, aparentemente libre, sin paredes que lo encierren pero aún así encajonado entre altos edificios. Es igual, no voy a encontrar nada mejor.

Me descuelgo la mochila, la dejo caer al suelo cuando esta a apenas un palmo de él y me siento. Me estiro y cruzo las piernas, parpadeo y tras un bostezo me ajusto las gafas. Una suave brisa me despeina a la vez que mece las hojas de los árboles como pretendiendo dormirlas como a un bebé, esa sensación despierta mis sentidos.

Huele a rocío, a lluvia de la noche anterior, a hierba recién cortada. Mis oídos captan el piar de los pájaros cercanos y las alegres voces de unas crías de camino al colegio.

Quizá nunca me habría fijado en ellas de no haberme parado, ni en esa señora que a duras penas carga con las bolsas de la compra, ni en el frutero que carga la fruta desde el furgón hasta la tienda, ni en el pelo de aquella chica ondeando al viento. No me habría fijado en ellos porque me son totalmente ajenos.

Ellos, encajonados en su rutina, no habrán deparado en mi presencia ni en ninguna de las cosas de las que, por unos instantes, he sido consciente de que estaban ahí.

No recordaré ni los olores, ni los sonidos ni a ninguna de esas personas. Me levanto y cojo mi mochila, la monotonía me reclama, esas cuatro paredes piden cercarme de nuevo.

1 comentario: