
- Depende del día la verdad. Hay días que me despierto y lo veo todo negro, no puedo más y sólo tengo ganas de quedarme en la cama hasta que vuelva a anochecer. Me siento muy vacio y con una presión en el pecho que no soy capaz de eliminar. Todas esas señoritas que me acompañan de vez en cuando son muy agradables, claro qué, darles unos billetes antes le quita un poco el encanto, ¿Comprende?
>>Desde que se fue todo está bastante vacio en el piso y bueno…, si ya sé que hace tiempo que debería haberlo superado pero no lo consigo, lo cierto es que aún me cuesta bastante pegar ojo – guardó silencio aguantándole la mirada, suspiró y continuó - ¿Sería tan amable de recetarme lo mismo que el mes pasado? La verdad es que me ayudó mucho.
- La verdad señor García yo preferiría no tener que recetarle ningún calmante más. Ya llevamos así más de un año, es normal que los calmantes que le recete el mes pasado le fueran bien, al fin y al cabo son considerablemente más fuertes que los que le había recetado hasta ahora.
La mirada del doctor era bastante tranquilizadora, le gustaba bastante ir a hablar con él, al principio sólo acudía una vez cada dos semanas. Se lo recomendó un compañero de la universidad para que superara su divorcio e iba de mala gana, sin embargo ahora acudía un par de veces a la semana. Le salía bastante caro pero era su único gasto ya que con el divorcio perdió el piso y el coche. Las señoritas de compañía antes le resultaban un gasto a tener en cuenta pero cada vez frecuentaba menos aquellos locales.
- Bueno como usted considere doctor – a pesar del tiempo que llevaba yendo a su consulta y la frecuencia con la que acudía seguía tratándole de usted para mantener distancia, opinaba firmemente que si estrechaba la relación el doctor sería menos imparcial. – Pero seguramente volveré a pedírselos.
El doctor no pudo evitar esbozar una sonrisa y colocándose bien las gafas y cruzando las piernas continuó:
- Bueno señor García… ¿Cómo se encuentra respecto al resto de la sociedad últimamente? – Se quedó mirando al doctor un poco extrañado, no era normal que se andara con rodeos en vez de preguntarle directamente “¿Sigue pensando en quemar el chalet de su exmujer con ella dentro?”
- En realidad me siento un tanto observado por mis compañeros de trabajo, se rumorea que acudo al psiquiatra con regularidad.
- ¿Y eso le incomoda? – Preguntó el doctor a la vez que, por primera vez en lo que llevaban de consulta, anotaba algo en su cuaderno de hojas amarillentas.
- ¡Claro que me incomoda! – Gritó revolviéndose en el asiento, él nunca se sentó en esa especie de sofá extraño del que ni siquiera sabía el nombre, le hacía sentir enfermo asi que prefería una silla común. - ¡Me toman por un loco!
- Sin embargo usted viene aquí porque quiere, nadie le obliga. – Respondió el doctor sin apenas inmutarse ante los bruscos movimientos de su paciente, estaba más que acostumbrado a tratar con pacientes hiperactivos como para sorprenderse con cuatro aspavientos.
- Pero ellos no lo saben, no les interesa, no entienden, sólo cuchichean…- Fue bajando el volumen a medida que hablaba y cerraba los ojos como forzando la mirada. Llegó un momento en que el doctor no le entendía y optó por cortarle.
- ¿Qué siente cuando hablan a sus espaldas? – Preguntó al sorprendido interlocutor al darse cuenta de que había sido interrumpido. Se quedó unos instantes callado intentando comprender la pregunta.
- Siento que los odio. – El doctor fue consciente de que había llegado al punto que llevaba semanas ansiando alcanzar, y no lo notó por las palabras si no por los gestos, ese dedo índice que se agitaba inquisidor a cada palabra que salía del paciente indicaba la clave del asunto.- Desearía matarlos a todos, crucificarlos me parece una buena opción pero demasiado religiosa para mi gusto, quizá meterles a todos en una hoguera y verlos prender a fuego lento como a las brujas… Atarlos a un mástil y cortarlos con una cuchilla lentamente oyéndolos gritar y dejarlos desangrar poco a poco también me gustaría. Enterrarlos vivos no sería una buena opción ya que no podría oírlos gritar ni verlos sufrir… ¡Ya lo sé doctor! Quiero ahogarlos en el agua, cogerles la cabeza con mis propias manos y así notar cómo luchan incansablemente por su vida en vano, que pataleen y me golpeen con sus manos en un ansia desesperada de salir a la superficie…
Quedó mirando al doctor en silencio, claramente aliviado por los pensamientos que había sido capaz de expresar. Esperó pacientemente a que el doctor acabara de anotar lo que considerara oportuno.
- Bien señor García, puede estar contento, hoy hemos avanzado mucho. – Le dijo mientras anotaba los últimos detalles. - Le voy a recetar los siguientes medicamentos que podrá obtener fácilmente en la farmacia y he pensado que vamos a seguir con los calmantes que considero que le conviene descansar por las noches.
Garabateó rápidamente y echó en las recetas una firma, como siempre ilegibles. Descruzó las piernas y se levantó a la vez que su paciente, se estrecharon la mano fuertemente como era costumbre y abandonó la consulta para salir a la recepción a confirmar su siguiente cita para tres días después.
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