Se quitó el sombrero que le cubría de la lluvia y atravesó la puerta. Había gente a ambos lados de bar pero no miró a nadie excepto a las mujeres de la esquina que ocupaban el sofá en el que solía sentarse siempre que iba allí.
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Decidió ir al fondo y apoyarse en la barra, pidió un café solo y se quitó la gabardina dejando a la vista el traje que usaba para las reuniones importantes como la que había tenido esa misma mañana.
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La reunión había sido bastante larga y con los clientes japoneses, que raramente hacían de las reuniones algo llevadero. Siempre ponían pegas a cualquier innovación y estaba harto de insistirles semana tras semana. Ellos verían, de todas formas la filial japonesa tenía los días contados.
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Miró al frente intentando olvidar y disfrutar de lo que quedaba de ese oscuro día de invierno. En las baldas de detrás de la barra había decenas de botellas de distintas bebidas alcoholicas. Siempre habían estado allí y sin embargo nunca se había fijado en ellas. Apartó el café y pidió un gintonic bastante fuerte. No había comido nada desde hace horas y la idea de estar bajo los efectos del alcohol antes de irse a dormir y volver a empezar un día exactamente igual al que había sido hoy le gustaba.
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Alguien se sentó a su lado y la miró de reojo. Era una mujer bellísima y muy atractiva. Pensó en las mujeres que había visto al entrar, no era ninguna de ellas puesto que las de la entrada iban claramente intentando llamar la atención y la mujer de su lado pasaría desapercibida a su lado.
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Tomó un sorvo de su bebida y se giró para verla mejor, era una mujer alta de largas piernas, cruzadas de una manera muy femenina, llevaba un vestido negro tímidamente escotado y corto por debajo, era de piel pálida y de labios carnosos, sus ojos, oscuros como la misma noche, eran enormes y sus pestañas eran largas y curvadas.
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Su cabello moreno se deslizaba por encima de sus femeninos hombros y caía por su espalda ondeando suavemente, no se le llegaba a rizar del todo pero esas ondas eran perfectas.
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Muy sexy.
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Empezó a notar como se sentía incomodo al lado de ella y le entró un sofoco que le hizo sentirse aún más incomodo, su pulso se aceleró y se le entrecortó la respiración. Intentó controlar sus reacciones pero sólo pudo acercarse el vaso a la boca y paliar su sed, aunque no la sació ya que se trataba de una sed más carnal.
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Sus labios se humedecieron y se mordió el labio inferior mientras ella tomaba la copa de vino que había pedido y se la llevaba a sus sensuales labios. El pulso aceleró aún más y volvió a beber de su vaso, esta vez un trago más largo, al mirar al interior del vaso no vió hielos flotando, la vislumbró a ella enredada entre las sábanas de su solitaria cama.
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Quiso controlar lo que le estaba sucediendo pero antes de que pudiera apoyar siquiera el vaso en la barra su cuerpo empezó a reaccionar bajo su pantalón. En un vago intento por poner su mente en blanco saco un cigarrillo de su chaqueta y empezó a buscar el esquivo mechero.
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-¿Desea fuego?- Una voz suave se dirigió a él.
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Enormemente incomodo, y no sólo por la opresión que soportaba entre las piernas, soltó el cigarrillo y lo tiró al suelo ante la incomprensiva mirada de ella. Sacó rápidamente la cartera, dejó un billete lo suficientemente grande, se levantó y se fue ante la humillación de saber que un hombre como él era tan débil frente al atractivo de esa mujer.